MI MAMÁ, SI ERA UNA VERDADERA RUDA
Por Sugey
Cruz
El
final del ciclo escolar cada vez está más cerca y Alex sabe que asistir a la escuela ya no
tiene mucho sentido, pero para él, no sólo es el fin de curso, además, es el
final de una etapa. Así que desanimado, se conduce a la secundaria, sin
almorzar y desvelado por pasar la noche en su único escaparate, la red social.
En
la escuela, todo parecía normal, de no ser por un enorme manteado que engalanaba el patio
escolar, “va haber algo”, dijo entre dientes, pero paso sin darle importancia.
Un día normal entre clases, mientras los profesores buscando la forma de matar
el tiempo, los compañeros se divertían tratando de capturar
imágenes de los últimos días juntos. Ahí, entre ellas risas juguetonas, gritos
y juegos, se escondía Alex, observando con cautela para no figuran en
ninguna de las fotos.
Al
llegar la hora del receso, el patio de la escuela se iluminó con las sonrisas
juveniles que
coquetean
con el sexo opuesto, mientras, pequeños grupos se concentran en dar rienda
suelta a la creatividad y materializarla en la elaboración de globos de Cantoya.
De pronto una voz al micrófono anunció, “al final del regreso jóvenes, favor de
acomodarse alrededor del patio”, era el director, quien confirmó las sospechas
de Alex, efectivamente un evento se estaba organizando.
Veinte
minutos después de las once de la mañana, la voz al micrófono se dejó escuchar
nuevamente, “jóvenes, atiendan las indicaciones, favor de formarse, un hombre y
una mujer”, el patio escolar se trasformó en un carnaval de risas y
expectativa, mientras algunos adolescentes buscaban alinearse sin perder a su
amigos, los adultos a cargo intentaban mantener el orden y acomodar a los
alumnos en las sillas colocadas previamente, bajo el manteado. Entre esos
jóvenes se encontraba Alejando, un chico delgado, con enormes ojos negros,
mirada perdida y un rostro bastante endurecido para su edad, el cual, dejaba al
descubierto una extraña preocupación. Él, prefirió mantenerse lejano de los
grupos animados y toma su lugar en las últimas filas, lo más retirado del
escenario y lejos de sus compañeros.
La
logística previa al evento fue larga y los jóvenes rápidamente comenzaron a
especular, rostros llenos de curiosidad, pero en su mayoría alegres y
agradecidos por no regresar a las aulas y poder prolongar el receso. A
pesar de los intentos de los organizadores por mantener el orden, los alumnos
lograron burlar las reglas y acomodarse con los cuates, para continuar el
relajo.
Veinte
minutos antes del medio día, el cielo se despejó y el sol tomó su
lugar para acomodarse majestuoso en el cielo del oriente de la ciudad,
mientras, en el escenario había una manta que anunciaba que el evento fue organizado
por la delegación política de la zona. Sorpresivamente un hombre de apariencia
seria tomó el micrófono y trató de captar la atención de los adolescentes, los
alumnos se miraban curiosos unos a otros, intercambiaban comentarios, miradas y
risas.
El
portavoz anunció su nombre, segundos después desde el equipo de audio se
pudo escuchar; “Ingrata no me digas que me quieres” decían las coplas de la conocida
canción, los gritos en el patio de la secundaria 194 no se dejaron
esperar, ansiosos los asistentes se levantaron de sus asientos, buscando con la
mirada en los alrededores al personaje anunciado. Cuando sorpresivamente
apareció una figura esbelta de atuendo deportivo y con el rostro enmascarado,
dando brincos de forma eufórica y saludando a los alumnos más próximos, a lo
cual, los jóvenes respondieron positivamente, pero nadie entendía lo que estaba ocurriendo, las
risas fueron en aumento y de repente, entre los estudiantes se escuchó la
voz de una joven, “que tranza con este luchador”, mientras las amigas del
grupo responden entre burlonas, “cada vez más corriente la escuela”, cerca de
las chicas populares de la secundaria, se encontraba Alex, sin moverse de su
lugar, con la mirada distraída y sin ánimos de mostrar algún interés por su
entorno.
Animado
El Tacubo luchador, como se hace llamar aquella figura enmascarada, dejó
escuchar su voz con un, “OLA, ¿K HACE?” y las sonrisas entre los jóvenes fueron
inevitables, sus palabras animaban un evento distinto.
Los
minutos comenzaron a trascurrir rápidamente, algunos reacomodos estratégicos
fueron ejercidos por los organizadores para garantizar la disciplina durante el
evento, entonces el interés de los chicos iba en aumento, gracias a que “El Tacubo” comenzó a
contar la experiencia de su llegar a las instalaciones de la secundaria y la
identificación del plantel.
Durante
el arribo a la escuela, fue abordado por varios alumnos que extrañados le hicieron
preguntas, e incluso lo retaron a un encuentro cuerpo a cuerpo en la privacidad
del baño de los hombres. Para entonces el expositor contaba con la atención y
el interés de su público, incluso Alex, quien ya pretendía tomar un siesta
durante la conferencia, nunca imaginó que el joven enmascarado y él, tuvieran tanto en
común.
De
forma emotiva y sencilla El Tacubo no tuvo problema de compartir con los
estudiantes sus experiencias, vivencias y recuerdos de secundaría. Se describió
como un adolescente de estatura baja y figura muy delgada, características que lo convirtieron en presa
fácil de las burlas, anécdotas que marcaron su vida y que hoy en día, lo motivan a
compartirlas con los demás, con el único fin de prevenir el llamado
“Bullying”.
Preocupado
por el nuevo problema de salud pública en la educación básica y después de
experimentarlo en carne propia Bullying, El Tacubo luchador, enfrenta
al bando rudo, no sólo en él arriba del cuadrilátero, sino también al
unirse al bando de los más vulnerables, aquellos jóvenes que hoy por hoy experimentan
algún tipo de violencia escolar.
Primogénito
en una familia de clase media, como muchas en la Ciudad de México, hijo de un
padre obrero con problemas de alcoholismo y una madre ama de casa, quien además
de enfrentar la responsabilidad de criar y educar a los hijos, cumple con
los deberes del hogar y conjuntamente tiene que lidiar con la enfermedad
de su marido.
“Mi
mamá, si era una verdadera ruda”, dijo el expositor enmascarado, entonces una
sonrisa tímida se dibujo en el rostro de Alex, mientras se encogió de hombros
al cruzar los brazos, pero sin dejar de prestar atención pues una fibra
sensible había citado aquel luchador.
Una
adolescencia complicada fue la de El Tacubo y durante aquel relato Alejando no
dejó se suspirar, pero mientras avanzaban las vivencias del expósitos, su
rostros se llenaba de melancolía y tristeza, como si las palabras del
gladiador estuvieras dejando al descubierto su realidad.
Sesenta
minutos de conferencia habían trascurrido y para entonces los jóvenes se
encontraban totalmente involucrados , identificados y participativos, fue
entonces cuando el enmascarado lanzó una pregunta al aire, cuestionando a los adolescentes
el motivo por el cual se pelean, las manos ansiosas buscando ser elegidas para
dar comentarios no se dejaron esperan, las respuestas fueron variadas, en su
mayoría en desaprobación ante dicha actitud, cuando de pronto una voz animada y
de tono agudo dijo, “Yo cuando me peleaba, era para demostrar quién puede más,
quién soy y que
merezco
respeto”, era Hidrán, un chico alto de tez blanca y de apariencia
robusta, que
a
pesar del abucheo del resto de la escuela no se sintió intimidado y mantuvo su palabra.
Fue
entonces cuando El Tacubo se decidió a mostrar la diferencia entre las luchitas
callejeras y una lucha profesional, así que sorpresivamente anunció que entre el público se
encontraba un amigo a quien invitó al escenario para hacer gala de pases,
llaves y algunos lances.
Fue
entonces cuando las sorpresas empezaron a desfilar pues el
científico expósitos anunció, “para poder ver una verdadera lucha libre
necesitamos a alguien que haga respetar las reglas”, dijo con
gallardía. Es decir un referí, algún voluntario, preguntó a los jóvenes
asistentes.
Chicos
y chicas estaba deseosas de participar en la dinámica y anhelantes de ser
seleccionados, no tardaron en levantar sus manos tratar de elegidos. Pero el
afortunado fue Brayan, un chico muy sonriente de tez canela y cabello
engominado, quien corrió animado al escenario y se colocó la jersey con rayas que lo acreditaba como el
nuevo referí del próximo encuentro.
Así que como entusiasmado Hidrán
se coloco cerca de Dana, joven de sonrisa coqueta y cabello ondulado, ambos
estudiante del tercer grado y deportistas practicantes, ella, una chica
experimentada en karate y él conocedor del arte del yudo. En definitiva la
plantilla de la 194 está llena de jóvenes promesas en el deporte así que para cerrar con broche de
oro. El Tacubo luchador invitó al encargado de la asignatura de Educación
Física para cerrar el grupo de voluntarios participantes en la exhibición.
Mientras
allá en al final de las filas, la mirada de Alex observaba con interés, cuando
de pronto los participantes se colocaron a su costado por orden del
expositor, Alejando se mostro nervioso, mientras los jóvenes escuchaban las
indicaciones de los organizadores que colaboran con el científico expositor. Por
fortuna el tiempo que
los
participantes estuvieron junto a él, fue muy poco y al avanzar por el
pasillo, mientras El Tacubo los presentaba para hacer su arribo al
escenario, como lo hacen en las pasarelas de las grandes arenas, le regresó la
seguridad al tímido Alex, pues evidentemente, no le gusta ser el centro de
atención y mucho menos que estuviera cerca de él.
Los
bandos se organizaron rápidamente, por un lado Dana, Julio (el amigo gladiador
del expositor) y el profesor de Educación Física formaron el bando rudo,
mientras, Hibrán animado unió fuerzas con El Tacubo luchador para dar vida al
bando técnico.
El
patio de la secundaria se trasformó en un autentica arena de lucha libre para
presenciar un enfrentamiento muy cerrado, lleno de técnica y euforia, tres
caídas que
dejaron
ver la amplia experiencia de los participantes como deportistas dentro de su
ramo, mientras el público, entusiasmado apoyó a su bando con de gritos y
aplausos.
De
manera elegante El Tacubo hizo gala de sus mejores pases, para rendir a su
contrincante y amigo para llevarse así, el triunfo de la primera caída. Pero el
bando rudo no tardó en reaccionar y la experiencia de la bella Dana se impuso
con golpes certeros sobre el científico, dando así el triunfo a los rudísimos
Una
sonrisa tímida y sincera se dibujó en el rostro de Alex, mientras observaba
atentamente los movimientos del enmascarado, quien estuvo a punto de ganar el
encuentro, de no ser por el acertado y entusiasta Brayan, quien fungía como
referí del encuentro, al anunciar el mal comportamiento de los científicos por
no respetar las espaldas planas durante el conteo, regla básica básicas del
encordado, motivo que
otorgó
el triunfo definitivo al bando rudo.
La
euforia gobernó a los estudiantes, que emocionados aplaudieron a sus representantes,
quienes de manera honesta lograron el triunfo para su escuela.
Convencido
de que
actuar
siempre en regla es lo mejor, El Tacubo aceptó su derrota y felicitó al bando
contrincante, para después solicitar la colaboración de todos los asistentes y
tomarse la selfie para recordar el
momento compartido en su institución educativa. Todos los adolescentes no
tuvieron duda en levantar las manos, hacer su mejor pose o incluso abrazar a
los cuates, excepto Alex, quien una vez más se encogió de hombros y agachó la
mirada.
El
fin de la conferencia era evidente y el momento de regresar a las aulas había
llegado, pero ahora Alejandro contaba con una nueva motivación. Hoy El Tacubo
luchador, le mostró que con esfuerzo y dedicación los sueños se
cumplen. Le enseñó a valorar su apariencia, su entorno y enfrentar su
adversidad, pero sobre todo que el verdadero cambio está en su interior y que dependía de él, forjar un
mejor mañana, Así que
sacudió
sus pantalones rotos y levantó la cara para conducirse al salón, ahora su
rostro dejaba al descubierto la esperanza y la ilusión de un futuro prometedor.
Lentamente se acercó a un grupo de compañeros a quienes expresó,
“Ese luchador es la banda”…
No hay comentarios:
Publicar un comentario